miércoles, 12 de diciembre de 2012

Primer paciente que sufrió Sindrome de Cotard

En el año 1880, Jules Cotard describió un extrañó síndrome que sufría una de sus pacientes, Madmoiselle X. Esta mujer de 43 años afirmaba no tener cerebro, órganos, nervios o sangre: su cuerpo sólo eran piel y huesos. Estaba absolutamente convencida de que estaba muerta.
 
Ya se habían encontrado casos clínicos similares al de la paciente X, sin embargo no se habían descrito de manera tan detallada como lo hizo Cotard. Observó que su paciente creía firmemente que estaba muerta, y al no verse ni en el cielo ni en el infierno… comenzó a negar la existencia de Dios, de manera que Cotard acabó denominándolo como Delirio de negación.

El síndrome de Cotard presenta una sintomatología muy característica: el delirio nihilístico, que consiste en la negación de la existencia tanto del self como del exterior. Los pacientes creen que están desapareciendo, que están muriendo o que ya están muertos, con los síntomas asociados a esta situación: sensaciones vívidas (delirios) de putrefacción de los propios miembros u órganos (esto se potencia con delirios olfativos que hace que realmente huelan como se pudren), percepción de pérdida de sangre e incluso pueden llegar a darse delirios de inmortalidad (porque ya están muertos).


Existen diversos niveles, de manera que los profesionales pueden calificarlo desde síndrome parcial hasta síndrome completo. Este síndrome aparece relacionado con la depresión, aunque a veces también aparece en esquizofrénicos. Habitualmente aparece de manera repentina, sin embargo se ha apreciado que existe un periodo previo en el que destaca una ansiedad creciente que se extiende a lo largo de unas semanas. Cuando el síndrome aparece de manera aguda, el sujeto comienza a sufrir los delirios nihilistas que comienzan con la negación de la existencia del exterior y llegan a negar la propia existencia, provocando un aislamiento del mundo. Algunos investigadores han visto en las técnicas de neuroimagen algunas lesiones inespecíficas que afectan al procesamiento visual; incluso se ha visto que con TEC (terapia electroconvulsiva) existen mejoras en todos los pacientes, al incrementar el flujo sanguíneo en algunas zonas del cerebro (corteza frontal, ganglios basales y tálamo).

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